El Suicidio,
¿Una crisis psicológica?
El
ser humano provoca acciones autodestructivas como por ejemplo
fumar, ingerir bebidas alcohólicas en exceso, practicar deportes de riesgo pero
la intención final no es la de acabar con su vida sino llenar vacíos
emocionales, pero cuando una persona tiene una intención de suicidio no busca
el deleite sino acabar con el sufrimiento porque su visión de túnel no permite
ver posibles salidas.
Partiendo
de esta premisa nadie está preparado para recibir la noticia de que alguien
se ha quitado la vida. La muerte forma parte del ser humano desde el mismo
momento en que se nace, pero hablar
de ella culturalmente es de mal gusto, la palabra “muerte” o “morir” incomodan y por eso se usan eufemismos: “Se ha ido a un largo
viaje”, “Ahora está en otro lugar”, “Descansa en paz”.
La muerte es un acontecimiento
irreversible que, no sólo no elimina el dolor, sino que lo transmite a quienes
lo rodean. Existen muertes que
suponen un cierto alivio, como los enfermos crónicos con pronóstico
extremadamente doloroso, los cuales se hacen menos traumáticos para los
dolientes cuando hay una aceptación, tiempo y espacio para un apropiado adiós.
En términos generales la muerte de un familiar o allegado es una de las
situaciones más estresantes y de conmoción por la que puede pasar una persona
pero cuando la muerte es inesperada y
violenta a causa de un suicidio, suele hacerse todavía más complicada y difícil
de aceptar, causando un dolor intenso y prolongado (“fuerte
onda de choque emocional”).
“¿Cómo puede pasarme esto a mi?” “¿Por qué lo
hizo?”, “¿Cómo me pudo causar este dolor?”, “¿En qué se falló?”, “¿Yo podía
haberlo evitado?” “¿No pensó en la esposa, los hijos, la madre
o el padre?” “¿Cómo me pudo hacer tanto daño?”, “¿Acaso nos merecíamos esto?”,
“¿No pudo darle su esposo lo que necesitaba?”, “¿Dios no podía haberlo evitado?”. Estos son los
redundantes comunes en las familias y amigos del suicida,
producto de los sentimientos que despiertan,
ya que es difícil de entender, asimilar y aceptar.
El suicidio. Se conoce de muchas formas, pero al final de cuentas el
resultado es el mismo: una persona
se va y los que la rodean se quedan con la duda de por qué lo hizo. El suicidio
es el máximo acto de desesperanza de una persona, es un golpe que noquea, es un
acto de enorme violencia que deja devastados y traumatizados a los familiares
quienes se cuestionan, se enojan, se sienten traicionados y abandonados.
El
suicidio es vivenciado como una acusación por lo que se hizo o se dejo de
hacer, lo que se dijo o lo que se silenció. En el caso de las madres en su
papel de cuidadoras encuentran muchas dificultades para entender sus desvelos,
sus intentos de protección y esfuerzos que fueron ineficaces a la hora de
evitar la tragedia y se sienten traicionadas por la conducta del suicida.
Algunos piensan y comentan que la
persona que se suicida es Valeroso por no tener miedo a la muerte, otros que es
un acto de cobardía y egoísmo por las graves consecuencias que su muerte
provocan, para algunas religiones, el suicido es un pecado, ya que nadie tiene derecho a
quitarse la vida, solo Dios es el que determina, cuándo y cómo. En
este sentido es importante ser muy respetuoso ya que las personas del entorno
presentan culpabilizadores sobre el suicidio, que contribuyen a que los
familiares se aíslen y se sientan estigmatizados.
El
hombre ha de ser capaz con su equilibrio de afrontar las circunstancias
adversas que le salen al paso, donde la vida no es más o menos justa, más o
menos injusta, mala o buena, en cambio una persona con depresión hace que la
visión del mundo circundante se estreche hasta tal punto que se llega a
distorsionar la realidad. Un suicida busca es acabar con el intenso y profundo
sufrimiento por el cual está pasando,
sin poder ver quizá que existe otra salida, es una agresión hacia la persona
por sentirse abandonado y querer dirigir la agresividad que ésta siente hacia
sí misma. Lo cierto es que el suicido es atribuible a un estado de severa
depresión, ya que la depresión es una enfermedad de carácter psicosocial que incapacita
a la persona en pensar, actuar y responder como otras personas lo
harían en la vida diaria.
Algunos
familiares además de sentirse culpables y perdidos en un laberinto de confusión,
sienten que no tienen derecho a ser felices después de algo así. Sentir culpa
es algo muy frecuente, y es una de las partes más difíciles de superar. Ante una muerte por suicidio, Siempre
surgen en el duelo los "¿Por qué?” (que esconden muchos sentimientos, que funcionan
como “distractores emocionales”) y la culpa que son las dos grandes
complicaciones para elaborar el duelo. Al final sí existe un porqué de lo
ocurrido, pero no es el que se busca o
esperan los familiares, y es que el fallecido quiso que así fuera, su decisión
de dejarlos excluidos fue por protección,
por la propia confusión de la enfermedad.
La muerte se torna odiosa cuando no
hubo tiempo para un adiós o hubo una mala despedida, en este sentido se deben
aprender a perdonar tanto a la persona que lo hizo, como a sí mismo. Es una
tarea difícil, pero es algo que se debe hacer. Es muy significativo expresar lo que se siente
y no guardarlo y quedarse con las cosas reprimidas porque llega el momento en
que explota, y como toda explosión, es violenta y termina lastimando a las
personas que más queremos.
Otra de las grandes preguntas es: “¿Pude haberlo evitado?”, “¿Se puede
prever o prevenir un suicidio?” o “¿Cómo no reconocí que estaba en el
abismo?” . Todo suicidio
tiene su parte de misterio y para
comprender a la persona que se ha suicidado tendríamos que ser ella. Aunque hay
algunas señales que puedan estar alertando del riesgo de suicidio, es difícil
de prevenir ya que prácticamente hay que tener dotes adivinatorios para intuirlo. Esta
es una de los grandes interrogantes de los supervivientes, de ahí su
sentimiento de culpa. La tendencia de estos es a pensar que sí se pudo evitar,
sin embargo la experiencia dice que es
el propio protagonista del suicidio, quien quiso que fuera así. El deseo de muerte es un síntoma de muchas
enfermedades y no es justo ni para el doliente ni para el fallecido ser juzgado
por el acto cometido.
Por
lo tanto, nadie es responsable de las decisiones que toman los demás, en este
sentido pensar que no se hizo
nada por prevenir la muerte de un familiar lo hace más doloroso aun. Lo que no se
asume no se supera, y prolonga el sufrimiento.
El suicidio se manifiesta como un
fenómeno innegable y profundamente significativo para todas las sociedades del
mundo histórico. El suicidio se encuentra entre las diez causas de muerte en
las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
independientemente de la geografía, cultura, etnia, religión, posición
socioeconómica. Se considera que cada día se suicidan en el mundo al menos
1.110 personas y lo intentan cientos de miles.
El duelo, duele y es un proceso emocional que
atraviesa una persona tras sufrir algún tipo de pérdida, pero se
torna más traumático, más doloroso, más desequilibrante y prolongado cuando es
un suicidio. El duelo por suicidio se incrementa hasta niveles insoportables e implica cambios biológicos (duele el cuerpo), psicológicos (dolor
psíquico insoportable), familiar (dolor por la persona que amamos), espiritual
(como se suele decir, duele el alma) y social (culpabilizadores que hacen
sentir a los familiares estigmatizados).
Toda
pérdida conlleva un trabajo de duelo y requiere una elaboración personal, ya
que cada persona es diferente y tiene su
propio ritmo, en tal sentido no existe una forma correcta de pasar el duelo por
que cada individuo lo vive a su manea.
El duelo que sufren los familiares que pasan por el suicidio es diferente a
otros duelos, ya que en estos casos se unen dos duelos, uno por la propia muerte en sí y
otro por la forma de morir. El suicidio hace más prolongado el shock, el aislamiento y la culpa,
siendo entonces importante comunicar
a su familia y allegados como va a elaborar su duelo (por ejemplo querer estar
sólo) y así será más fácil que le puedan ayudar.
La pérdida
implica un cambio; si este no se asume, comenzarán las dificultades en el
manejo de la nueva situación y es trascendental
en el proceso de elaboración del duelo aceptar que la persona no va a volver y
darse tiempo para entender y aceptar emociones, sentimientos para aprender a vivir sin su ser querido y
tratar de reconstruir su vida y darle un
resignificando en su forma de
estar en el mundo y seguir adelante adaptando los planes
de futuro a la nueva situación sin la persona fallecida. Se puede decir que se
ha completado un duelo cuando la persona es
capaz de recordar al fallecido sin sentir dolor, dejado de vivir en el
pasado e invirtiendo de nuevo toda la energía en la vida y en los vivos.
La fe es un plus que ayuda a vivir mejor el duelo, y
ante la pregunta: ¿Lo perdonará Dios?", las religiones en general estigmatizan
esa forma de morir, pero una religión saludable es aquella que no condena
a la persona que se suicida, y se ocupa más del sufrimiento que puedan
estar teniendo esos familiares por la pérdida que han sufrido. Sólo Dios sabe
que hay en el corazón de la persona en ese momento que bajo la desorientación
distorsiono su percepción y actuó de forma compulsiva.
En el año 2003 el suicidio se declaró como un
problema de salud pública por la World Health Organization (WHO), y por tanto
la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto con la Asociación
Internacional de Prevención de Suicidio (IASP), declararon el 10 de septiembre
como el “Día Mundial de la Prevención del Suicidio”.