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viernes, 14 de septiembre de 2012

             La lacra del egoísmo humano

YO, YO, YO y después YO.




El hombre es un hombre social, vive rodeado de personas y necesita de ellas para su realización y crecimiento. Difícilmente podemos vivir en soledad y aislamiento. Así mismo muchos expertos en psicología y autoayuda afirman que el ser humano debe quererse primero a sí mismo para poder querer de forma adecuada a los demás. En realidad, todos somos más o menos egoístas.

¿Cuántas veces se ha sentido excluido por los demás?. La persona egoísta está centrada en sí misma y vive en un mundo cerrado.  El egoísta tiene la pretensión de utilizar a los otros para su propio beneficio, manipulándolos como objetos. Por tanto, desde el egoísmo es difícil construir lazos  afectivos  verdaderos.

El egoísta busca su interés por encima de todo. No acepta los razonamientos del otro, busca subterfugios para mantener la prioridad de sus deseos, alega a veces ser víctima de las circunstancias, no conoce lo que es la generosidad hacia los demás y siempre culpabiliza siempre a otros de sus errores y problemas. Nunca suele admitir su culpa o parte de culpa en los errores producidos. Siempre tienen la culpa los demás.

El egoísta no permite que le contradigan. Cree tener siempre razón, y cuando no se da esa sumisión instantánea, le produce irritación profunda, rechazo e incluso desprecio, hacia la persona o ideas de los que disienten de sus afirmaciones.

Es evidente que el egoísmo es una lacra, una disposición o secuela morbosa, que todos los seres humanos llevamos dentro y contra la que hay que luchar con todas nuestras fuerzas siempre y a lo largo de la vida. De no hacerlo así, nos convertimos en seres despreciables y depredadores de los que es preciso huir, porque hacemos daño a otros, e imposibilitamos la buena convivencia en paz, justicia y alegría.

La persona egoísta, no espera, exige. No otorga, piensa sólo en sí misma. El egoísmo destruye lo más bello del ser humano: el amor hacia los demás, la bondad, la comprensión, la humildad de corazón y la sencillez.